Todos creemos que los accidentes le pasan “a otros”. Hasta que un día, ¡sorpresa!… los “otros” somos nosotros. Porque la vida tiene esa mala costumbre de mandarte problemas justo cuando vas más apurado, más distraído y con menos ganas de lidiar con papeleo.

Y es ahí, justo en ese momento incómodo, cuando el seguro deja de ser ese gasto molesto que posponías cada mes y se convierte en tu salvavidas. 

Marisol vivía en Houston, y como buena hermana mexicana, se ofreció a llevar a su hermana menor a la iglesia para su boda. Todo iba perfecto: flores, música, hasta el peinado sobrevivía el calorón. Pero a tres cuadras de la iglesia, un conductor se pasó el alto y boom: choque lateral.

El carro de Marisol quedó con la puerta destrozada. Ella, su hermana y el vestido salieron ilesas (milagro divino). ¿El problema? Era sábado, todos en pánico y la boda colgando de un hilo.

La buena noticia: Marisol tenía seguro con cobertura de auto de reemplazo. En menos de 24 horas ya estaba manejando un carro rentado mientras arreglaban el suyo. La boda siguió (sólo un poco tarde), y Marisol aprendió que el seguro no solo te protege, también evita que te vuelvas la villana de la historia familiar.

Carlos trabajaba en construcción en Dallas. Su troca era su herramienta de vida: ahí cargaba equipo, herramientas y hasta lonche. Un día salió y… nada. La troca desapareció del estacionamiento.

Lo que Carlos no sabía era que Dallas está en el top de las ciudades con más robos de autos en Texas (dato frío, pero real). Por suerte, Carlos tenía cobertura contra robo. El proceso no fue mágico ni inmediato (nunca lo es), pero en un par de semanas ya tenía compensación suficiente para comprarse otra troca usada y volver a chambear.

Hasta antes de ese día, Carlos decía que pagar el seguro era “como tirar el dinero”. Hasta que le tocó comprobar que sin esa póliza habría tenido que pedir prestado hasta para moverse en camión.

Ana, estudiante en San Antonio, salió de clase y encontró su carro con un rayón profundo y la defensa colgando. Obvio, sin nota de disculpa ni datos (porque la gente es valiente para chocar, pero cobarde para asumir).

La mayoría en su lugar hubiera dicho: “pues ni modo, a pagar la reparación”. Pero Ana había leído bien su póliza: estaba cubierta por daños de colisión incluso sin identificar al culpable. Reportó el incidente desde el celular, y en pocos días su carro estaba reparado sin que su cuenta bancaria se quedara en cero.

Todas estas personas tenían algo en común: el seguro les cambió el guión cuando más lo necesitaban. Sin seguro, estaríamos hablando de miles de dólares de gastos, deudas, estrés y hasta pérdida de empleo. Con seguro, fue un mal rato… pero no una catástrofe.

En Sigo Seguros sabemos que asegurar tu auto puede ser un trámite poco deseable, pues muchas aseguradoras hablan en términos técnicos que parecen sacados de un libro de leyes. En cambio, nosotros entendemos a la comunidad latina, por eso te explicamos en español y te ayudamos a simplificar el trámite desde tu celular. Porque cuando tienes un accidente, lo último que quieres es pelearte con un call center en inglés técnico.

Y sí, también entendemos que pagar el seguro cada mes a veces se siente como tirar dinero al aire. Hasta que llega ese día en que alguien se lo roba, lo raya o lo choca. Y entonces, tener la póliza correcta se convierte en la mejor decisión financiera de tu vida. Así que antes de seguir pensando “eso nunca me va a pasar”, recuerda: todos somos “otros” hasta que nos toca. Y créenos, cuando pasa, lo único peor que el accidente es no estar asegurado.